Otra razón para salir de excursión el 15-O; nos convocan estos tipos..

Copiando un pelín del blog de mi querido severiano, que a su vez lo coge de ácratas.net, tomo a préstamo las ideas de antonio garcia trevijano, abogado/notario/irredento, iconoclasta desde hace años del sistema político español, cuando habla de unas  elecciones  en españa para legitimar una “Dictadura plural”.Reseño, entresaco y comento las ideas de este hombre..

Para garcía trevijano la abstención es el modo coherente de vivir en la realidad política, la forma digna de participar, críticamente, en la oposición a lo público, para no dar legitimación a estos politicastros corruptos vividores del erario público que si algo mendigan de nosotros es la legitimación, la justificación de su existencia con nuestro voto. (Nuestros dineros, expectación y sometimiento ya lo tienen cada día mediante las teles y demás falsimedios). Y ello es así porque los gobernados, por la condición antidemocrática del régimen que los gobierna y domina, no pueden intervenir en la cuestión decisiva de la libertad: la formación del poder, porque la naturaleza y el alcance del poder político están decididos de antemano en el estado de partidos. El control administrativo de lo público –sigue diciendo- pertenece en exclusiva al consenso oligárquico de los partidos. Y el dominio privado de lo público, al consenso de la oligarquía financiera y mediática de la comunicación; los bancos y la prensa secuestran el cuerpo social –a nosotros- con su poder omnímodo. La disputa por la hegemonía entre ellos (el ritual de las elecciones cada equis tiempo) no tiene la trascendencia de una verdadera acción política, no es una contienda civilizada sobre el modo de gobernarse a sí misma la sociedad civil. Aunque se llamen legislativas, si las juzgamos por su función y sentido, las elecciones son administrativas. La política se disuelve en «las» políticas, en las medidas o providencias que se ofrecen al criterio administrativo encarnado en el aparato legislativo; leyes, decretos y órdenes que dictan en compadreo para regular nuestra vida al servicio de estos gestores corruptos. Las elecciones para designar a los jefes administrativos del estado, pues de eso se trata con el sistema de listas de partido, son pues un asunto puramente burocrático. De ellas resulta que gobierna, legisla, juzga y administra una élite privilegiada y cohesionada entre sí que sólo se representa a sí misma, nunca al cuerpo social que dice defender “democráticamente”. (Ahí les tienen, de cuerpo presente y bendecidos, si se tercia, porque donde no llega la literatura legal alcanza la fe..)

Por su parte, los ciudadanos acuden gozosos a las urnas porque en ellas parece que se hacen funcionarios por un día. Se integran en la máquina administrativa del Estado, se olvidan de sí mismos y de la sociedad y en acto ritual eligen pirámides de burócratas de partido que aspiran a estar detrás de la ventanilla en todas las manifestaciones externas del estado, incluida la judicial. Sin embargo, los resortes del poder interno del estado, los que otorgan prebendas, estatus y concesiones al gran capital y a los privilegiados económicos, las leyes que regulan lo económico e inter social que define la vida, en definitiva, ni se rozan en las elecciones ni en los programas de los partidos gobernantes.

No hay izquierda o derecha que se atrevan a oponerse, desde el gobierno o desde la oposición, a las grandes concentraciones de poder financiero y mediático, resultando que la corrupción es inseparable del estado de partidos y que la naturaleza del régimen es la propia de una oligarquía gestionada por empleados “políticos” a nómina.

Los electores votan pero no eligen, sólo refrendan una de las listas de partido, lista que no es confeccionada por los votantes, sino por los jefes de partido; lista que, en definitiva, no representan a los electores ni a la sociedad civil. El bodrio o régimen político resultante tampoco representa a nadie que no sea esta camarilla. Y lo que queda es el simple reparto de cuotas electorales entre partidos que auto-representan a la sociedad política costeada con fondos públicos, pero nunca a la sociedad estatal formada por sujetos-objeto, nosotros, resultando, en definitiva, que no se vota a diputados/representantes de los electores, del pueblo o de la sociedad, sino a puros delegados de los partidos estatales. Esta realidad formal, que todos pueden ver claramente, -sigue el autor- se tapa torpemente con impúdicos velos de propaganda democrática. Todos, gobernantes y gobernados, apuntalan la colosal mentira de llamar legislativas a estas burocráticas elecciones administrativas para cubrir puestos de relieve en el estado; de llamar representantes del pueblo a simples delegados de partidos; de llamar separación de poderes a la simple separación de funciones públicas entre personas de una misma obediencia de partido; de llamar democracia representativa a esta degenerada oligarquía estatal. (Naturalmente que saco fuera de la quema al militante de base que, honesto y comprometido, pone vida e ilusiones al servicio de unas ideas de transformación social que, en puro acto de fe, le hacen seguir al jefe del partido hasta el fin del mundo o del partido; para éllos sólo mi reconocimiento)

A partir de ahí, el eterno debate de la “izquierda”; según la tesis optimista, la democracia institucional sería posible, bastando con cambiar el sistema electoral y separar los poderes del estado, dando a los ciudadanos el derecho de elegir a sus representantes de distrito y el de nombrar o deponer directamente a sus gobiernos, bastando con prohibir el escandaloso cinismo de que hombres o mujeres de un mismo partido, y de una misma elección, sean a la vez legisladores, gobernantes, jueces, administradores, consejeros jurídicos y auditores del estado en esta mascarada que el autor llama “dictadura plural”; según la tesis pesimista, por el contrario, tal solución no es posible, y así se demostró aquí en el 36 del siglo pasado, en el 73 en chile, etc., etc., etc.

Se entiende, no?

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